La carretera, padre e hijo en un mundo de pesadilla

Título original:  The Road

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por Claudius




Las películas que se basan en una novela corren con una gran ventaja. No es que tengan la vaca atada, pero cuentan al menos con un sostén desde donde tomar impulso. Es el caso de La carretera, una película de ciencia ficción post-apocalíptica basada en la novela de Cormac McCarthy.

Padre e hijo por la carretera.


¿Otra imitación de Mad Max?

La respuesta es un rotundo no. El director nos muestra un mundo devastado. Sin agua ni comida. Sin animales. Con un cielo siempre oscuro, árboles pelados, llenos de ceniza. Los edificios están abandonados y saqueados. La película no se sitúa en el desierto sino en la ciudad. Además, a diferencia de Mad Max, no sabemos qué pasó para que todo terminara de esa manera. Por si este paraje desolador no fuera suficiente, los sobrevivientes viven en la barbarie. Hay grupos de personas, armadas hasta los dientes, que buscan carne humana para comer. Y hay viajeros solitarios que intentan sobrevivir como pueden.

Ah, entonces sí es como Mad Max

No otra vez. Nuestro viajero solitario es Vigo Mortensen, que interpreta a un padre que viaja junto a su pequeño hijo. Una familia mutilada por la locura de la madre, que tiempo atrás los abandonó para internarse en lo profundo de lo desconocido. El padre es un hombre derrotado. Desconfía hasta de su propia sombra. Lo carcome la contradicción de saber que en algún momento deberá matar a su hijo antes de que lo coman los caníbales, pero que hasta ese momento daría la vida por salvarlo. Uno de sus sostenes es la creencia en un dios. En los buenos y en los malos. Convierte ese mundo salvaje en una épica sencilla que le cuenta a su hijo. Ellos son gente buena y deben tener cuidado de los malos.

Padre e hijo contemplan un mundo en pedazos.


Algunos detalles

La película tiene grandes aciertos. La fotografía es increíble. Planos de lejos que muestran árboles incendiados. Un gris que flota en el ambiente y que penetra en el espíritu de los personajes. La soledad, que es casi como otro personaje. El otro gran acierto es la relación entre el padre y el hijo. El amor es incondicional. Ese amor es el que dibuja la mayor contradicción y el mayor impacto. Es una relación tan natural que choca con el mundo donde están. Eso pasa, por ejemplo, en una escena en que el padre baña al hijo en una casa abandonada que encuentran. Lo cotidiano se mezcla con lo extraordinario y condimenta un ambiente único.

El final y una reflexión

Los que no la vieron y no les gusta saber mucho de antemano, abstenerse. La relación padre-hijo es la clave de la historia. Quién podría negarlo. Todos los personajes están deshumanizados. A tal punto que ninguno tiene nombre. Ni siquiera los protagonistas. Pero la humanidad está en lo cotidiano que se refleja en algunas acciones. El padre protege tanto al niño que termina por bloquear su crecimiento. No deja que contacte a otras personas. Solo la muerte del padre permite que el hijo contacte a otra familia. Lo particular, esta situación extraordinaria, ciencia ficción, apocalipsis, el hijo como una especie de ángel, se convierte en universal a través del reflejo de lo cotidiano.

Recomiendo esta película para todos los amantes de la ciencia ficción y también para aquellos que disfrutan de personajes bien desarrollados.

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