por Princesa Mirina
Dulce y melancólico, uno de los puntos más altos de la filmografía de Woody Allen. Apaguen las luces y disfruten de buen jazz y de una estupenda historia de amor.
Primero que todo, me declaro fanática de Woody Allen. Detesto a la gente que dice “ya no es el de antes, bla bla”. ¡Por favor! A todo ese coro de fracasados los mandó a guardar con Match Point, una auténtica joya del cine. Woody Allen es de esos tipos que sacan conejos de la galera. Me acuerdo de cuando vi esta historia de amor entre un ególatra jazzista y una chica muda. La alquilé en uno de los extintos Blockbusters y la miré dos veces el mismo día. No era para menos. La música que suena durante toda la película, de Django Reinhardt, es un deleite para los oídos. Y la manera en que Woody Allen construye los personajes, sobre todo el del protagonista, Emmet Ray, es para volver a la Edad Media y hacerle una reverencia.Emmet está enamorado de sí mismo. No hay caso. Ama el modo en que toca la guitarra y nunca se cansa de que le digan lo talentoso que es. Eso sí, cuando lo sacan del jazz el pobre hombre es un desastre total. Sus únicas diversiones son matar ratas y ver trenes. Regentea mujeres y dilapida toda la plata que gana. ¿Qué mujer es la mujer perfecta para una persona que no se cansa de escuchar su propia voz? Una chica muda. Hattie es una chica sencilla a la que Emmet embeleza con su guitarra. La puede consentir como a un niño. El problema es que la personalidad del músico le impide ver lo que tiene delante de sus narices. Se convence de que no está enamorado, de que no necesita a ninguna mujer. ¡Cuántos hombres dicen lo mismo y después nos confiesan que no pueden vivir sin nosotras!
En fin, sin ánimo de arruinarles el final (o sí, jaja), Dulce y melancólico es una historia trágica sobre el amor y el arte. El artista, sublimado por el amor y la tragedia, crea su obra suprema. ¿Es posible ser feliz y ser un buen artista? Woody Allen nos responde con un rotundo ¡no!
10 de 10, una perfecta historia de amor
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