El clan del oso cavernario, literatura y cine no siempre se llevan bien

Título original: The Clan of the Cave Bear

Director: Michael Chapman

Autora del libro: Jean M. Auel



por Claudius

 


El clan del oso cavernario, la gran novela de Jean M. Auel, tiene una muy irregular transformación al lenguaje cinematográfico.


Ayla con su hijo Durc en brazos.
El clan del oso cavernario tiene una premisa muy atractiva. En la Era Glacial, época en que los Homo Sapiens coexistieron con los Neandertal, Ayla, una niña perteneciente a los primeros, queda huérfana debido a un terremoto que termina con su clan. La niña queda a la deriva hasta que se encuentra con el clan del oso cavernario, un grupo de neandertales que la incorpora como miembro, aunque nunca la termina de aceptar.

En el libro, la vida social de los neandertales está descripta en detalle. La función del hombre como proveedor, el rol absolutamente subordinado de la mujer y lo más interesante, una mente que funciona de manera diferente a la nuestra. Todos los miembros del clan comparten recuerdos de su pasado, que son transmitidos genéticamente. La enseñanza del niño solo se trata de hacerle aflorar esos recuerdos. A la vez que resulta un elemento aglutinador y útil, marca un techo para los neandertales. Al manejarse con recuerdos se vuelven muy tradicionalistas. Y ese tradicionalismo no les permite cambiar, adaptarse y evolucionar.

Sobre esa base están definidos los personajes de la novela. El entrañable Creb, el mago del clan, tuerto y tullido, que entabla una relación paternal con Ayla. Iza, la curandera, que hace a su vez de madre. Define a Brun como un líder contradictorio, apegado a las tradiciones pero a la vez dispuesto a escuchar otras voces. Y por supuesto, no puede faltar el malo de la película, Broud, un joven aspirante a suceder a Brun, hambriento de protagonismo. Odia a Ayla y se dedica a hacerle la vida imposible. Todo el tiempo se generan situaciones que sacuden la normalidad del modo de vida del clan. Creb y Brun intentan buscar soluciones que se apeguen a la tradición, pero a veces no las encuentran. Esa tensión entre la norma y lo excepcional es lo más interesante.

El problema de la película es que no traduce todo esto a lenguaje cinematográfico. Resuelve las contradicciones por medio de recursos facilistas. Desaparece el conflicto interno en los personajes, que hasta violan de forma flagrante sus costumbres en pos de solidarizarse con Ayla, algo que en el libro sucede a medias y con sutileza. La película intenta recrear las situaciones de la novela, su complejidad, en una hora y media de rodaje. Y entonces sale cualquier cosa. Los personajes no están bien definidos ni establecen una relación empática con el espectador. Los sucesos se desarrollan a toda velocidad y no se explican demasiado. Quizás alguien que no haya leído la novela pueda entender la trama, pero no la sentirá ni se implicará. Además, sobrevuela un pudor muy molesto. En la novela, las relaciones sexuales no implican ningún tipo de tabú para el clan. Desde muy chicos, los niños y adolescentes las practican. En la película, una madre aparta la mirada de su hijo para que no vea el acto sexual entre dos miembros.

La película está infectada con un mal que afecta a muchas conversiones. Aumentan la edad de la protagonista. Pasó en la Naranja Mecánica, cuyo protagonista tenía quince años y en la película tiene muchos más, pero Kubrick igual hizo una obra de arte. Michael Chapman, en cambio, se queda a mitad de camino. No incorpora ningún elemento personal a la adaptación y sigue un ritmo que le cabría mejor a una serie de diez capítulos. Además, es difícil creerle una sola expresión a Daryl Hannah, la actriz que interpreta a Ayla. Es una lástima que no hayan dejado a Nicole Eggert, que interpreta a una Ayla más joven, como protagonista.

En definitiva, lean el libro de Jean M. Auel y vean La guerra del fuego, de Jean-Jacques Annaud, que está mucho más lograda y comparte la temática de los hombres primitivos.

3 de 10, una conversión fallida.

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