Director: Rian Johnson
por Claudius
John McClane, el personaje que Bruce Willis interpreta en Duro de matar, en un thriller futurista con viajes en el tiempo incluidos.
Cuando una película me recuerda a otra pueden pasar dos cosas. La primera, que me sienta en la gloria ante una pieza de arte que encaja a la perfección en el rompecabezas de la historia del cine. La segunda, que me sienta estafado por un repertorio de clichés y de recursos recauchutados. Looper me produjo la segunda sensación. No cualquier película puede introducir los viajes en el tiempo. Hay que manejar con maestría la lógica de los mundos paralelos.
En esta historia, resulta que en un futuro, alrededor del 2070, la mafia manda a sus víctimas treinta años en el pasado, donde las espera un asesino que sabe exactamente dónde van a aparecer, en el momento justo. Es su forma de eliminar cualquier rastro. Los asesinos se llaman loopers. Para convertirse en un looper, firman un acuerdo. Su último asesinato va a ser el de su yo del futuro. A partir de ese momento, tienen treinta años para gastar todos sus ahorros y vivir lo mejor que puedan.
¿Se imaginan entonces cuál es el gancho de la película? Sí, adivinaron. El protagonista no consigue matar a su yo del futuro, una especie de John McClane, interpretado por Bruce Willis. Y ahí se produce el despelote. Si un looper no puede matar a su objetivo, adiós looper, va a tener a toda la mafia pisándole los talones. Y ahí aparece la mayor inconsistencia lógica de la película. Para cazar a la versión del futuro, torturan a la versión del presente. Entonces, le sacan un dedo y a la versión del futuro le desaparece un dedo. Todo eso para conseguir que el yo futurista se resigne y se acerque al lugar donde lo están esperando para matarlo. Pero... ¿por qué no matan directamente al yo del pasado? Así, eliminarían al yo del futuro y adiós problema. En fin, son los peligros de jugar con los viajes en el tiempo, señores guionistas.
A partir de ese momento, la trama gira alrededor del intento del yo del 2040 de matar a su yo del 2070. Y del yo del 2070 de matar a tres niños. Resulta que alguno de esos tres se convertirá, treinta años después, en “el hacedor de tormentas”, un terrible mafioso que controla cinco ciudades y manda a matar a todo el mundo, incluido Joe, el protagonista. Y como el Joe de 2070 es un asesino a sangre fría convertido en un tierno gatito, gracias a una china que conoce y a una historia de amor con ella que no consigue que ni el más meloso romanticón suelte media lágrima, se las juega todas para cambiar la historia, salvar su vida y la de su amada. Y de paso, profana la tumba de Terminator y se convierte en el T-800 que busca a Sarah Connor. El problema es que el Joe de 2040 se enamora de la madre y simpatiza con el futuro hacedor de tormentas, así que la cuestión se pone tensa.
Los amantes de los tiros y los clichés tienen todo eso ahí. Un 2040 bastante salvaje, donde todo el mundo tiene armas. Momentos en que un solo tipo liquida a una horda de torpes malosos. Y la infaltable historia de amor entre el protagonista y la chica de turno. Que a mí me disculpen, pero yo me quedo con los grandes de la ciencia ficción. No acepto otra decepción como la de Yo, robot. Lo que sí le reconozco a la producción de la película es el increíble cambio que hicieron con la cara de Joseph Gordon-Levitt. Irreconocible, y con una expresión más recia, acorde al personaje.
5 de 10, un thriller con clichés e inconsistencias.
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