por Anabella
Adriana Ugarte es Sira Quiroga, protagonista de la serie El tiempo entre costuras que emite Antena 3. La serie está basada en la novela homónima, escrita por María Dueñas.
Sira Quiroga es una simple costurera. El contexto histórico, la guerra civil española y la segunda guerra mundial, hace que una simple costurera cobre importancia. Pues, trabajar como modista para señoras de alta sociedad le permite tener alguna información sobre contactos políticos y negociaciones, información que ella no termina de comprender del todo para hacer una caracterización política, pero que sí resulta útil para ciertas personas. Y a la vez, la historia de amor y desamor de una simple costurera es la excusa perfecta para hablar de una época dramática para España, para Europa y para todo el mundo.
El libro tiene escenas de mucho suspenso. De esas escenas que no le permiten a uno apagar el velador de la mesita de luz, que obligan, a pesar de la hora, a continuar leyendo. La primera escena clave, a mi entender, aparece cuando Sira conoce por primera vez a su padre. Porque al fin y al cabo, este le da las joyas y el dinero para escapar de España (ir a Tanger y luego a Tetuán). Dinero y joyas que le van a traer ventajas pero también serios problemas. En la serie, lamentablemente se lo toma como una escena más. Durante muchos años Sira y su madre no vieron a ese hombre. La duda sobre lo que este señor dice (escapense que se viene la guerra), el dolor por su ausencia, los recuerdos de la madre, no se ven reflejados en la serie con la magnitud necesaria. No es el caso del libro.
Otra escena inquietante es cuando Sira debe llenar su cuerpo de las armas que encontró en la pensión para poder venderlas y así conseguir dinero para abrir el taller de costura. En la serie adelantaron esa imagen quitándole su posterior efecto. Pero más que las ataduras de las armas en el cuerpo, la desesperación del lector llega en el momento en que Sira se confunde las calles de Tetuán, cuando todo se ve igual en la noche, cuando los puestos de mercadería marroquí no sirven para orientar sobre los caminos porque simplemente no están. Se siente angustia cuando uno no sabe qué puede ocurrirle a Sira, si va a lograr vender esas armas o si va a ser arrestada. Creo que la serie no fue contundente en este aspecto. Sí lo hizo con otra escena importante: el reencuentro entre la madre de Sira, Dolores, que había quedado en España y su única hija.
Más allá de estos problemas, la serie ha hecho todo un trabajo. Con esto me refiero al vestuario, maquillaje, escenografía y a la músicalización. Las actuaciones por parte de Mari Carmen Sánchez y de Raúl Arévalo me han parecido gloriosas. Mari Carmen es una gran elección para ese personaje. Es doña Candelaria, la dueña de la pensión que tiene un carácter fuerte y particular. La actuación de Raúl Arévalo quien interpreta a Ignacio (ex prometido de Sira) logra trabajar dos miradas sobre un mismo personaje, el antes y después de la guerra. Ignacio era un hombre querido, buenazo, que luego se transforma en una persona más fría y distante.
Hasta aquí he llegado con esta serie que tiene algunos clichés de las telenovelas en las miradas y planos. Llego sin sentir demasiada empatía por Sira, o mejor dicho por la interpretación de Sira. Pero bastante satisfecha, en términos generales, con lo que nos da la serie. Por supuesto mi recomendación es leer y después ver. Y poner en debate no solo estos puntos que he expuesto aquí sobre la forma de transmitir un mensaje, sino también el mensaje mismo, algo que escapa al presente análisis.
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