por Princesa Mirina
Hace poquito terminé de ver Dexter, una serie que me mantuvo en vilo a lo largo de ocho temporadas. ¿Qué me llamó la atención de la serie? Cómo se trataba la naturaleza humana a partir de un asesino serial que se confiesa inhumano. Y cómo los personajes cayeron en el abismo insondable de la tragedia del amor.
Lo que no me gustó, queridos lectores, es el final. Me decepcionó, mejor dicho. SPOILER (quedan advertidos, no se enojen). Deb muere de forma tonta e inexplicable. Dexter desaparece y empieza una vida solitaria como leñador, sin asesinatos. Los autores prefirieron sentenciar a los personajes, el peor error que puede cometer un artista. Sara Colleton, productora, y a quien desde ahora declaro persona no grata, alega en su defensa que matar a Dexter "no hubiera sido un castigo suficiente para él". ¿Y quién dijo que había que matarlo? ¿Quién dijo que había que castigarlo?
En el momento en que un autor juzga a los personajes, la historia se convierte en un reflejo de los valores morales del autor. Todos los personajes son espejos fragmentados de esas mentes puritanas que abundan en Hollywood. En vez de que las características de Dexter sean el material para el desarrollo del personaje, los productores eligen una tragedia con moralina. El protagonista, como resultado de sus acciones, es castigado con una pena peor que la muerte: el ostracismo. Lejos de su hijo, lejos de su amor, sin poder siquiera disfrutar de los asesinatos.
También la sentencia alcanza a Debra, la hermana de Dexter. Por encubrimiento, muere de la forma más tonta que se le puede ocurrir a alguien. Sobrevive a un balazo del malo de la octava temporada pero, de pronto, algo sale mal en la operación y queda en estado vegetativo. Los flashbacks que muestran a la actriz con una peluca mal puesta, que simula el peinado que tenía en temporadas anteriores, no hace más que empeorar el momento de emoción que implica su muerte.
Muchos dicen que el detective Quinn fue el peor personaje. No estoy de acuerdo. Quinn es contradictorio, un policía corrupto pero que, atrapado entre la espada y la pared, es capaz de hacer un sacrificio. Lo que no tiene sentido es cómo los guionistas recomponen en un segundo su relación frustrada con Deb para darle más sentimentalismo al final. Y también para castigar a Quinn por sus contradicciones.
El mismo castigo recayó sobre Lagüerta, una mujer ambiciosa, capaz de seducir al marido de su jefa para conseguir un ascenso. La muerte la purga de sus pecados. Lo inexplicable es que Deb la defina, después de asesinarla, como una amiga y una buena persona.
Sin quererlo, la historia de Dexter también entra en mi tema favorito, el amor como tragedia. En este caso, el amor sublima a una persona que creía no poder sentirlo. El asesino serial se enamora de otra asesina serial y ese sentimiento resulta más fuerte que el deseo de asesinar. Sin embargo, el cambio de Dexter de "psicópata perfecto" a "humano" lo lleva a la tragedia que espera a los héroes al final de la historia. Sufre una transformación que lo deja expuesto. Pero esta tragedia no es el castigo de los dioses por un mal comportamiento sino todo lo contrario, es el reconocimiento del humano como humano, como creador de dioses y mitos. Sin su código (su dios), queda finalmente a merced de una tormenta que lo transportará a un mundo sobre el que ya no tiene control. ¿Qué necesidad había de ese epílogo que lo muestra como leñador deprimido?
No pienso indicar cómo tendría que haber sido el final de Dexter. Muchos fanáticos querían que Dexter nunca cambiara. Que no sintiera nunca amor. Que buscara siempre máscaras y fachadas para que no lo descubrieran. Ese reflejo conservador también habría atentado contra el desarrollo del personaje. En medio de esos dos extremos la serie habría encontrado su camino.
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